martes, 26 de febrero de 2008

CON LA MIRADA SE APRENDE A QUERER

Es inevitable las miradas pasajeras... son eternas porque son penetrantes.
Se colean por todo el cuerpo, como si traspasaran la piel en seco. Nos evitan decir algo, para impulsar a decir lo que no debemos. Nos invita a una sinceridad ingrata que nos sabe a error, porque no comprendemos que una mirada es el más puro amor. Hay razones que nos hacen inmunes al pasado. Pero una mirada nos puede revelar memorias que se graban y ni siquiera recordamos su existencia.
Temblamos por el simple hecho de ser expuestos. Nuestros ojos son los únicos valientes que permanecen firmes. El otro siente lo mismo... nadie se percata de que ambos son cobardes...
El mundo es muy grande... pero en una mirada se empequeñece para convertirse en persona. Una mirada. Sólo basta con una, y aún así, necesitamos más del brillo celestial que nos brinda el reflejo de la luz en el cristalino perfecto de la anatomía perfecta de los ojos perfectos.
Una mirada al mundo nos hace querernos a nosotros mismos. Vemos lo externo, pero sentimos lo interno... el secreto es observar, con eso sólo nos damos cuenta de la soledad enfermiza que nos rodea, y al mismo tiempo, nos abandona. Es cuestión de segundos para que el trance sublime se acabe... se convierte entonces en una pregunta.
Nada en este mundo se termina... se transforma.
Hoy me transformo en mensajera con la esperanza de que comprendas la gran necesidad que tengo de que me leas... me leas con la mirada... y así... aprendas a querer.

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