lunes, 11 de agosto de 2014

Cafeína por favor VI (Sin identidad)

He recorrido todos los pasillos, he mirado en todos los espejos, he preguntado en todas las esquinas, pero no me encuentro en algo o en alguien. Carlo ha hecho un daño profundo, tengo que reconocerlo, ha cavado un cráter lunar en medio del estómago, pero ha completado su misión en este mundo: trazó un antes y un después. Antes era yo, ahora soy un algo disperso. ¿Suena tan mal eso?

-¿Quieres chocolate?
-Prefiero un café, sabes cuánto me gusta.

Hay un Santiago. Ahora me acaricia las mejillas, y puedo, incluso, sentir mi propia piel. Es como de durazno, sonrojada por las atenciones. Al parecer estoy enamorada de nuevo, pero esta vez no me siento libre. ¿Es eso posible? ¿Enamorarse de nuevo? ¿No ser libre? ¿Me estoy equivocando? Santo Dios, son demasiadas preguntas... demasiadas, carajo, son las que me tienen sujeta a esta silla eléctrica, que me dice que tengo culpa en cada error y que cada error seguirá trazando las mismas rutas. ¿Es malo errar?

No pensé temer en repetir la experiencia de Carlo, aunque no he encontrado mayor amenaza en los alrededores. Una que otra amiga, cuya filosofía de vida es estar a su disposición, pero nada que pueda enfadarme hasta la locura. ¿Habré aprendido algo? ¿Aparecerá una Roberta? Será... será que he olvidado el valor de mi valor, es eso, sí... debe ser eso.

He dicho que formular tantas preguntas mientras se estima un sentimiento provoca pérdidas... se pierden caminos y se provocan distancias, uno queda como varado en la nada. Joder, que es una ocasión terrible para sentirme varada. Y eso me tiene aquí, me paraliza, me deja sin recursos para soñar...Ya va, pausa. Eso suena dramático en exceso, como a niña pobre de novela boricua, eso es culpa de Maritza... ay, mi amada Maritza, que anda tan feliz en una nebulosa que me ha hecho creer desde mi juventud que pintarse una nube y montarse en ella es la única forma de ser feliz.

Nebulosas, bombos y platillos. ¿Es eso lo que quiero? Quizás debería reconsiderar algunas cosas, como estar acompañada, tal vez la soledad es mejor consejera y yo simplemente la desprecié. Aunque no sé si del todo, capaz logré captar algunos de sus murmullos mientras dormía... ¿Serán tonterías mías o ayer estuvo mirando a la catira del apartamento 12? Demonios, ahora a este le gustan las catiras. ¿Me habré salvado de una tempestad más fuerte o es que ahora viene el huracán? Yo creo que no he aprendido la lección, y hasta que no me dé el último coñazo, frente a un hombre poco blando en su coraje, no perecerá nada de lo que pien...

-¿Qué piensas mi Lu?
-Nada. (Parpadeo como Betty Boop)
-Estás muy callada. Deberíamos dormir. Ven, acércate.

No importa. Nunca importa cuán cerca esté él, el pensamiento asesino me acecha. Asesino de relaciones, asesino de vida, marchitando mi única esperanza de sobrevivir. Está allí, mientras él dice que me ama, y mientras se lo creo. Siempre empieza así: creyendo. Y mientras soy mil pedazos mi mente se esparce en mil contingencias diferentes, estoy como desparramada por el universo. Acontecida, sin poder unir mis piezas. Una parte está amando, y la otra fisgoneando entre los cables rotos y los restos de un accidente.

-Voy al baño

Bendito sean los cólicos por el café a media noche. A veces me permiten escapar. Tienen la potestad de apuñalarme el aparato digestivo, pero me dan espacio y tiempo para pensar. Con el tiempo me he vuelto más pensativa. ¡Ja! Por Dios, qué ilusiones, estoy segura de que no podré salir de esta tampoco. Mascando detalles sin ton ni son de un extremo a otro: si no le tumbo el café a Roberta sobre su falso cabello rojo, entonces me retuerzo sola en las noches con latigazos de miedo. Me pongo a darle al coco... de un extremo a otro ¿se llegará a algún lado?

Ahora ando dando tumbos para no caer de nuevo en el hoyo. Dando tumbos, no sé para donde, porque no he podido recuperar un paso firme, incluso a veces me pregunto ¿qué quiero?... (Suspiro) Sí, totalmente. Hasta aquí llego, lo he descubierto. No sé nada de mí y me he quedado sin identidad.

Estos cólicos del demonio, pero no puedo echarles la culpa si me brindan algo de soledad para pen...

-¿Todo bien amor?
-Ammm, sí, creo que el café me cayó un poco mal.
-Mmmm... Te dije que comieras pasta de la que me envió la nona, tienes esa pancita vacía.
-Pero es que es muy tarde para comer pasta.
-Bueno, está bien. Te buscaré agua y una Buscapina.
-Gracias...

Con esas atenciones puedo sentir en la distancia sus caricias en mi piel de durazno. Se me antoja olvidarlo todo, como si me fumara un porro antes de entrar a clase. Así mismo, dejarlo todo, actuar como un navegante que se despide de puerto en puerto. Eso, me fumaré mi porro imaginario, me dedicaré a besarlo, y no pretenderé más ser perfecta... ¿Está bien eso?

¡Carajo Lucila! Toma una estúpida decisión de una vez, vive tu vida cuerdamente... no entre las cuerdas, jugando a las múltiples opciones. Vamos, que sí puedes. ¿Podré? ¿Es esa una de mis opciones? Tengo muchas cartas bajo la manga, todo es tan nuevo y tan estable, bicho no podría ser mejor. ¿Preferiría los bombos? ¿Quién dice que no los tengo, haciendo de todo lo que pasa una pieza musical?

Hay bombos y platillos en la seriedad de un te amo, ¿verdad? 

Silencio.
Se ha quedado dormido.
-¿Amor, mi amor?
Sí dormido. Es una señal. Ha llegado el momento de descansar.
Ya va...
Pausa.
¿Le he dicho "mi amor"?





domingo, 10 de agosto de 2014

Contra mí

Apreté los labios y todo se enmarañó frente a mis ojos. Las manos, oscuras y casi deformes, se dejaron caer como trozos de carne derretidos frente al sol amargo. Y mis facciones, que una vez fueron un llamado a la insurrección de intenciones oprimidas, se hundieron hasta pegarse a los huesos ¿Era un monstruo?

"¿Era yo un monstruo?" Te pregunté. Me miraste, o eso creí, pero ahora que vuelvo a repetirme las culpas veo tras tu esquema vidrioso pocas ganas de reconocerme. Y entonces, con mis dedos hechos cenizas, me enjuagué una pequeña lágrima, leve como una pausa.

Se fueron los encantos, se fueron las noches, y el tiempo regresó. Volví, o eso creí. Apreté los labios y todo se enmarañó frente a mis ojos, y un soplo casi divino, con olor a uvas, me despertó. "¿Era un sueño?", te pregunté. Y me sonreíste, mientras también tú despertabas.

"Nada de sueños", me dijeron las paredes, quienes ante su sólido estandarte poco saben que su propósito es diferenciar la ficción de las crueles verdades que disimulamos. ¿O me habrá hablado el silencio? Y, por dentro, muy dentro, apretujándose entre mis pulmones y cortando mi garganta, me pesaba un pensamiento.

Contra mí, yo.
Contra mí, el monstruo.
El monstruo, yo.