martes, 5 de marzo de 2013

Cafeína por favor IV (No saber qué hacer)

-¡Hola!
-¡Hey! Despierto a esta hora?
-Sip

Lucila se quedó con las ideas cortas y cerró la laptop. No le pareció oportuno volver a repetir los chistes malos,que malamente le hacían reír de mentiritas. "Jajajaja" pondría en la siguiente línea, y pronto debía aceptar que era una tipa aburrida. No, no pasaría por eso de nuevo. Estaba resuelta a seguir las pistas de aquel desconocido desde otro ángulo, uno más favorable, donde pudiera encontrar su verdadero fuerte: el gesto.
Se fue a dormir sin mucho que decirse a sí misma, y se sintió agotada. "Tal vez mañana..." se repitió unas 30 veces antes de cerrar por completo los ojos y dejarse llevar por el sueño. Un sonido repentino, que provenía de su cartera, la asustó y como si se tratase de una urgencia mental tomó el aparato infernal y selló para siempre su voz. "No quiero saber nada... Tal vez mañana"...

****

La saludó como un cortocircuito. ¡Bizp, bizp, bizp! ¡Zap! y no hubo más que humo en la sala. Se levantó de su asiento, para comprobar que aún la miraba... pero ya había desparecido y las chispas dejaron de volar por el aire. "Bueno, tal vez mañana..." comenzó a pensar en voz alta cuando la voz devolvió la electricidad al cuerpo nervioso y petulante que solo podía pensar en un futuro sin promesas...
-Tal vez mañana no es suficiente Lucila.
-Pero es lo que tengo.
-Es lo que pierdes.

Dejó una rosa en el escritorio.
La miró con preocupación. "¿Es una señal o un desencanto?", se preguntó, y sin fuerzas para coquetear solo se estiró en su silla y se quedó allí para siempre.

Años más tarde, cuando conoció a Mesco, un joven argentino que escribía historietas para el diario de la región, se despertó del ensueño y en un arrebato de desespero le aventó un beso. "Es lo que pierdes", sentenció, y miró sin pensarlo al escritorio vacío de su primer no amor y se dio cuenta de que ya era muy tarde para las conexiones, el humo, el bizp y el zap.
 Y renunció a querer. No quería de verdad a Mesco, tampoco parecía querer a nadie más.

La última vez que se le vio, tomaba un café en una plaza del mercado.
Se dio cuenta de que la veían con deseo, y se perdió en la multitud como una sombra asustada.



Just met

Los comentarios se resbalan,
las mentiras sobran.
Sobran porque la imaginación ahora es parte de un juego.
¿Y qué más da si son mentiras?

Lo que se ve a lo lejos desde los espejos, lo que se escucha entre los pasillos, el murmullo de los pasos en las escaleras, la voz entre los escombros del cansancio... ya ni se asemeja a lo comprensible,
lo que cristaliza el tacto es solo autodestrucción. Solo te repites "no me lo creo".
Lo que el cuerpo nervioso se enfrasca en preservar solo queremos tenerlo presente para los ratos de insomnio. Para recordar que las peores horas son las del deseo inconcluso.

Una mordida.
Una secuela.
Un día siguiente en el que prevalecen los encantos.