martes, 15 de noviembre de 2011

AdulaCIón

Puede que lo que esté aquí, cerca, sea simplemente un rigor desconocido, un señor que habla de cómo deberían ser las cosas, una chica que responde para ser respondida como una cuña de su propia inteligencia. Y puede que, por esas razones, yo decida no ser partícipe.

Entonces, procesada la sensación estomacal de indigestión de egos, se acerca el silencio, la casi inexistencia.

Adulación
Se sale como un vómito de barbaridades,
como una construcción de vanidades,
la voz corroída y siniestra de la columna de humo.
Si fuera necesario desnudarlo ante la audiencia,
venderlo como una fruta podrida,
sería una bendición para el aire entumecido por su garganta ebria.
Ebria, con sabor a mentira desmedida.
Un ciego que no se calla,
una palabra que no dice nada.
A veces lo veo de reojo,
a veces me acerco a su lectura.
Y a veces, en el mejor de los casos, no es nadie.
E insiste en convencerme sobre su naturaleza divina.
Qué mentira.
Qué ignorancia.
Dejaré de escuchar la verborrea cuando me convenga.