martes, 17 de abril de 2012

Descenso

Prefiero tener un silencio oportunista. Que te arrebate las confesiones, que te quite las risas, que te deje en blanco para mí. Para verte, para interpretarte, para saber con quien me estoy acompañando las horas.
Prefiero aislar la mañana de estos pensamientos que no deben despertar.
Hay un monstruo,que crece con la locura que se me ha concedido a cambio de la inocencia. Hay un tic tac, un chasquido, una corneta, un timbal... hay una señal. Debo detenerme antes de que el ruido me impaciente, me convierta, me arrebate la soledad. Antes de que se haga el ruido y yo no te pueda escuchar. Antes de que la montaña se mueva y yo no te pueda ver. Antes de que se muera mi humanidad y yo no te pueda soñar.



El silencio.
El profundo silencio de al ignorancia fortuita. El placer divino de llorar solo, antes de pecar de animal sin corazón. Sin remedio... sin remedio para la bestialidad de las palabras.
El buque ancla en mi garganta, con su carga de expresiones soeces. Llegan en cargamentos sólidos de mierda y hollín, cuando la temperatura sube al ver la felicidad con que recibes lo que más detesto.
Es egoísmo, es falta de amor, es falta de mí.
Falta de mí.
Falto yo, y lo que debería ser.
Falto yo, y lo que fui.
Me levanto entre los escombros de la cornisa adornada de luna, y me dedico a lamentar mi maldad.
Nací para lamentarme, y morí mientras me adueñaba de la bruma. Te vi, y estabas tan lejos, que sólo supe llorar.
Me levanto. Ya soy espíritu. Y puedo ver cómo me ignora la alegría de tus palabras, que no me ven, que no se me acercan, que se han ido.
Prefiero conservar el silencio oportunista.
Y que me revienten el alma los pájaros de la cornisa.