domingo, 22 de noviembre de 2009

YO, un poco de YO


Ya no me gusta comentar de modo intenso todo lo que vivo. Me parece que es absurdo sentarme alrededor de mis ideas, y alabarme por mi gracia, mi suerte, mi destreza o quejarme de mis fallas, mis desvaríos y mis torpezas. He decidido llenar el silencio de las penas con más silencio. De quedarme muda frente a mi propia desnudez, pálida, mirando hacia las cordilleras de mi piel, los precipicios de mis pechos, las crestas del mar en las ondas de mis cabellos, las cuevas de Altamira en mis pupilas, el Triángulo de las Bermudas en el lugar que es mío y de todas las mujeres y las colinas de mis nalgas. Es así como se descubre la verdad de uno, mostrándose ante uno mismo. Un análisis detallado de la física molecular visible para luego, entrar en el trance de la introspección: la búsqueda del porqué, de la filosofía, del arte, de la fe, de la postura divina que nos hace pensar, sentir, expresar.

Temo que me he dado cuenta ya de muchos errores, y que nada puede salvarme de cometer uno más. Que cosas, que cosas estas que nos hacen vivir. Me deprime que no sea tan fácil, pero me contenta que sea difícil. No es el reto lo que me entusiasma. Es la novedad, la terquedad, la sorpresa, y la costumbre, la forma de caminar, la consistente forma de caminar, que nunca cambia, como tampoco la forma de comer, de dormir ni de besar. Y sin embargo... las diversas formas de desplazarse, las distintas comidas que existen, las infinitas maneras de soñar y las incontables maneras de dar y recibir un beso, me dicen muy muy adentro, en ese silencio profundo en el que he caído: no todo es lo que parece: observa.

Y entonces, decido volver a escribir cosas llenas de metáforas y adjetivos, llenas de floripondios, ¡llenas, llenas, llenas! ¡Estoy enamorada de las palabras, tengo una obsesión terrible con ellas, déjenme sujetarlas y hacerme una corona con ellas!... déjenme sola... déjenme en el silencio.