miércoles, 11 de noviembre de 2015

Lo que quiero ser

Descubrí el tiempo en una cápsula de ámbar,
la ciencia en un cuento,
la mezquindad en mí.

Quiero ser un loco suelto,
tener la libertad que no se tiene,
que no se gana,
para merecer una palabra más y no más rutina.

El frío está por dentro,
al igual que la fe.
Y por eso nos hace temblar el silencio.



Palacio de nombres - Te estoy respondiendo

Tal vez solo me hablo a mí misma. Huele a herrumbre. Lo odio. Los labios están secos. se sienten carrasposos al tacto vital entre ellos cuando soplo,
cuando como,
cuando bebo,
cuando hablo.

Persigo sin sentido la sonoridad de un recuerdo que baila por el cuarto. Sí, suena, como un radio al fondo de un túnel, y yo sigo su música creyendo que puedo tocar la imagen que habita en mi cabeza. Todo está tan quieto que puedo sentir cómo me aprieta la cabeza, con unas manos calientes de tanto respirar sol y desierto. Corro con mi red para atrapar hologramas, pero son ellos los que me alcanzan. Así son los (tus) recuerdos: ingratos.

Del otro lado todos están enfermos.

                                 Tosen, se rascan.

La ciudad enferma da un paso atrás, se aparta.

Huele a lluvia. Pero el olor a lluvia sí me gusta, me hace pensar en abrazos y calor humano. Me hace pensar que tal vez no me has olvidado del todo. ¿O me he olvidado yo del todo?

¿Me hablo a mí misma?

La memoria responde y esto se me parece más a un monólogo. No sería preciso decir que puedes escucharme a esta distancia. Estás muy lejos ahora para eso. Estás muy lejos para preocuparte por mí. ¿Alguna vez lo hiciste?

¿Alguna vez me preocupé yo de mí?

Si preocuparse fuera sólo pensar, estaríamos enamorados incluso del aburrimiento.

Aparté las tablas y los escombros, y me escondí debajo de ellos. Tal vez para no estorbar me senté entre los estorbos. Miré sobre mi hombro y, sola, ya no me sentí herida.

¿Debí avanzar?

Ser un peligro no fue una consideración, solo una demagogia. Ser alguien no era una opción, porque temías que me comiera tu corazón. El hambre puede despertar con una manera, un gesto, una razón para poseerte. Un motivo, el que más me gustara, para delatarte como un arraigo secreto. Reclamado, te picarías en varias partes para complacerte y complacer los latidos que sembraste por otros territorios. Vivirías muy lentamente. Morirías sin sentir un poquito de amor.

Allá, acá, Te mueves demasiado, ¿dónde descansas tú? ¿por qué no descansas aquí?

Se me amontonan muchos nombres, como estrellas. Como granitos de azúcar, dulces pero imperceptibles... a menos que se junten todos dentro de la boca. Saliva, dulce, paladar, los ojos cerrados. Se amontonan los nombres de los que estuvieron porque sí, y me pregunto si tuvieron algún propósito. Si de verdad los quise ahí, donde permanecieron como estatuas de sal. Ya no es azúcar, es sal. Escupo todo hacia el mar, no quiero más, ¡no quiero a nadie!

¿Se borran los sabores de la memoria? ¿Se borran los nombres? ¿Las identidades?

¿Debo sentir culpa por volver siempre al mismo punto? Me persigue la memoria desde que la conquisté como mi nirvana privado y consecuente.

Manipulo mi registro mental. Decido que ahora no puedo extrañar a nadie.

Sería un peligro.

Y no puedo ser un peligro para mí misma.

O moriré antes de saberme viva.