lunes, 20 de septiembre de 2010

Pasión saturada

Escribir, hoy no debería escribir.

La Luna me ha pegado fuerte, me ha dejado sollozando en una marea alta y negra, una marea de la noche, una marea que arrastra y ata, que abandona, que come piel y ganas.

Escribir, hoy no debería escribir.

Se dice por ahí que el que escribe con cautela se emociona de su propia terquedad y el que expulsa las emociones no se encarga de imitaciones baratas de crueldad y dominio, dosis de límites aparentemente necesarios.

Escribir, hoy no debería escribir.

Añoro una nota, una vida, una pantalla nueva con nuevas locuras entre los peldaños del blog infinito. La amo, la añoro, la espero. Pero si viene con males sin repuesto, tal vez sea indudablemente una lectura visceral... y dejaré de amar, añorar, y esperar.

Escribir, hoy no debería escribir.

Pero el impulso cotidiano y maléfico, que me encanta, me lleva a decir... y diciendo perforo cada espacio sano de lo que me queda y me creo cicatrices necesarias.

Escribir, hoy no debería escribir.

Porque estoy llena de lagos, de ríos y de mares que se desbordan. Porque el talento para alcanzar a la tristeza se ha encargado de apretarme la garganta y desatar mis pies.

Escribir, hoy no debería escribir.

Estoy tirada en la grama infantil. ¡Insano! ... es insano, lúgubre y pavoso escribir con la vida a ciegas.

Escribir, hoy no debería escribir.

Pero si deseo terminar con la historia y destruir Troya (que se está hundiendo en un oscuro placer de víctima) debo quemar las letras en cada pulso que imprime silencio.

Escribir, hoy quiero escribir.