jueves, 15 de septiembre de 2011

Promesa antes de una despedida

Los secretos
en forma de mediodía 
se esfumarán mañana a la misma hora,
sólo con la intención de tener en mis manos
la capacidad de adjetivar el tiempo que me queda
con la felicidad que te brindará la sonrisa de una imagen convertida en recuerdo.
Procuraré dejar un tacto indeleble. 

Preferí no mirarte


La construcción está casi terminada. El edificio ya se ve, se ve entre los pedazos de un algo que ya tiene forma. Desde aquí se podía ver al obrero, poco intimidado por el miedo, saludándonos aburrido. Más arriba, un cielo interminable, que hace ver el día mucho más creíble y verdadero cuando está azul. Esa mañana las nubes se habían puesto melancólicas, y asumieron la forma de un torrencial latente. Aún así, el cielo me parecía hermoso y me hacía sentir, de un modo extraño, afortunada.

Las copas de las palmeras se mecían en una luz intermitente, gaseosa, chispeante. Un sol indefinido y desganado oscilaba entre las ramas jugando a ser sombra y luz en el suelo caliente. Las ramas decían adiós, o tal vez me estaban saludando, lo cierto es que sin saberlo me mecí con ellas en un tumulto vacío de pensamientos. Unas ideas inconclusas y dolientes, que terminaron por ponerme de mal humor.

Una moto se escuchó pasar, pero no sentí deseo alguno por voltear. Ni siquiera como una excusa para verte a ti.
Simplemente, preferí estar con los ojos hacia el infinito  y no obligarme a mirar tu expresión fronteriza, que me pedía a gritos una distancia. 

Estabas allí, diciendo adiós. O tal vez me saludabas. Lo cierto es que, sin saberlo, me mecí contigo en un tumulto vacío de pensamientos. 

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Un abrazo antes de dormir


Comienza el festival de espuma cerca de mi oído, la sensación de un susurro que me hace cosquillas en el estómago, donde el alma se mece antes de dormir



Las texturas de una ciudad infame tienen una sensación dulce, casi dormida en un abismo de muerte solitaria,
donde encuentro la loca idea de que allí en la ciudad infame, histérica y descarriada,
hay una ciudad perdida.
Una que una vez fue ciudad y no escombros de miseria.

Muestra




El pedazo de carne y sal que arrancaste de mis labios tristes se convirtió en pluma, en mezcla, en sabores extraños, se fue transformando con el pasar de los tiempos y las tempestades, hasta quedar sólo una muestra de la verdad. Sólo una muestra.