martes, 7 de junio de 2011

te vas estando

No tengo manera de saber qué piensas.
En el comedor, girando lentamente la cabeza hacia una posición neutra, dejas que el televisor siga su camino sin atención y que el curso de las historias que te cuento en el desayuno no tengan como destino tu escucha. Tu espacio es sólo tu y la alcoba de tu mente giratoria e impenetrable.
Te sumerges en algo que tu mente te dice, y yo me sumerjo en el fallecimiento involuntario de toda conexión contigo. Sufro no saber qué hay detrás de tus pupilas dilatadas, y me enfurece no tener el chance para entrar en tus intimidades mentales, que por alguna extraña razón exijo que compartas.
Supongo que es una reacción para no sentirme aparte, dejada, sola. Para no sentir que has dejado de estar conmigo y que disfrutas esos momentos de mi ausencia, aún cuando estoy mirándote detenidamente al otro lado del comedor.
Mi mente, que también se abstrae, imagina que me has dado la espalda y te has ido, solo, sin mí, sin nada de lo que somos, a un planeta en el cual la mayoría de las oportunidades no soy bienvenida.

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