Me resigno a pensar en las imperfecciones, las abolladuras, los latidos pobres que me describen a momentos y los convierto en el fuerte de mi personalidad. Entonces, descubro que soy horrible y tú terminas por dibujarte aurora y esplendor. Me encierro en la encrucijada de una molestia, me esfuerzo por conmoverme y aceptarme.
Pero me derrumbo y lloro.
Porque aún no soy capaz de entender que debo quererme primero.
Tu imagen me tortura, porque veo que tu perfil encaja con el suyo y tu vida encaja con todos los sonidos del mundo.
La mía, que en algún momento era verde, era luz, y era agua, ahora se ve pequeña y llorona.
El otro, que es mi amor, le pido que ayude a ser quien soy.
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