domingo, 21 de noviembre de 2010


Mis ojos, que se miraban sujetándose para no llorar, sintieron un deseo de cariño que le hizo cosquillas a las costillas.
Mire al espejo. Levante la mano, y el dedo apuntador se posó sobre la superficie vidriosa del reflejo. Dije: no quiero perderte!

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