Parece mentira que seamos tanta gente aglutinada en un mundo sin salida. TANTA GENTE. ¿Qué historias esconden esas personas? me pregunto frecuentemente mientras camino con mi música a la par, en cada oído, topándome con esas personas que desconozco. Que me desconocen. Que parecen que caminan con un cierto ritmo. Danzan, y confundo su baile secreto con la música que escucho. Y entonces, ya no estoy en este mundo. Parece que me he transportado a un mundo más encantador y realista que cualquier otro.
¿Qué leyendas han fabricado esas personas? me vuelvo a preguntar. Los entre veo, y descubro en sus miradas miles de sueños, de personalidades, de enigmas, de conflictos, de inocencias, y de culpas. No los conozco, pero creo tener la edad suficiente concedida por el tiempo y aceptada por la sociedad, para reconocer cada uno de estos sujetos del sueño y del inconsciente.
La música en mis oídos la he subido de volumen. Suena Beyond the invisible. Entonces todo lo demás se calla. Sólo veo a los carros pasar. Sé que aceleran, pero no los escucho. Las personas están charlando, pero sólo veo mover sus labios. Dos ancianos están sentados en unos bancos próximos y apaciblemente están hablando. Uno sonríe. No tiene dientes, e incluso luce más decrépito que el otro. Me pareció una escena tan pintoresca que era digna de pintar. De hecho... me parece que estoy atrapada en una pintura. Nada tiene sonido alguno. Todo es luz y colores. Y una hermosa armonía por la cual me estoy dejando persuadir está de fondo, acudiendo a mi para seducirme y entregarme en un letargo ligero y calmado.
Estoy perdida en la música. Me gusta dejarme perder en ella porque es el impulso de una armonía desconocida y de un placer exquisito lo que me lleva a hacerlo.
Pero es más divertido ir en las camionetas. Y perderse entre la ciudad a una velocidad considerable. Ves los contrastes más rápidamente. Ves a la gente caminando. Apuradita, acompañada o triste... todos llevan la vida en su caminar. Producto de un silencio interno se produce uno externo. Es así como escucho hablar a los ojos.
Pienso en cuanta cosa se nos tiene etiquetada en la mente. Y le doy miles de vueltas percatándome de cuántas veces se me pudo haber puesto una pared, me pudo haber juzgado o se me pudo haber separado de lo que quería por eso. La gente está diseñada para establecer un control tan genuino de sí misma que contradice los deseos más genuinos del ser humano. La sociedad es una contradicción del hombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario