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La imagen era tentadora, casi la escultura de los pensamientos que atesoraba en las noches. Sin embargo, es más fuerte el espíritu de sosiego que la sujeta a los silencios. "Si he entrado en la oscuridad el recorrido ha sido en vano", pensó. No sabía si sonreír o desesperarse.
Se giró para decir que aquello era lo que necesitaba. Pero prefirió darle un beso antes de partir y callar los pensamientos inútiles, con expectativas largas y poco decorosas.
Abrió la puerta, sintió el chillido de metal caduco recorrer el espiral de su oído, y aguantó la respiración por un segundo. Quieta, entre el maullido de un gato con hambre y la espesa silueta de un hombre que pasaba por allí, se quitó el abrigo y se llevó la mano a la cabeza.
Dejó de pensar por unos instantes, o eso creyó,minutos antes de que el ascensor abriera sus puertas y la señora morena saliera con su perro.
-Buenas noches señorita.
-Buenas.
Una vez en la cama, sin recordar qué había pasado por su mente entre la puerta del apartamento y la de su habitación, cerró con fuerza los ojos, pasó la lengua húmeda por el labio inferior, y decidió soñar sin culpa. La primera imagen: un cigarrillo encendido, un café negro a medio tomar.