domingo, 6 de diciembre de 2009
PREMATURO
Mira nada más cuántos autores murieron jóvenes para que llores angustiante todas las verdades locas de este mundo de monstruos y seres terribles, claro oscuros, y borrachos de necedad.
jueves, 3 de diciembre de 2009
PESTAÑEO NO INSTANTÁNEO Y POLVO VIEJO
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Las fotos me dicen que estoy envejeciendo, pero que voy, primero, directo a la eterna juventud. Nunca acabaré de vivir, y cuando lo haga, no sabré si así ha sido. Sólo lo sabrán quienes están externos a mi, y quienes me observan desde lo no etéreo. No despertaré nunca de este sueño. Y cuando se apaguen las luces, tal vez ya habré aprendido a mirar en la oscuridad. Quiero que se queden conmigo ciertas cosas que bajo la luz puedo ver, para saber, sólo saber, que están allí y que si la luz decide retornar al gozoso lecho de donde partió pueda corroborar quien ha sido fiel a mi corazón y quien ha decidido borrarse de mi línea del tiempo. Y no los juzgaré, es sólo para saber.
Siempre necesitando una afirmación: Yo
Siempre queriendo una aceptación: Yo
Mis más cercanos lo saben.
Y lo curioso.... son quienes menos me afirman y son quienes menos me aceptan.
Creo que con eso estaría contenta al apagarse las luces. Sabiendo lo que pronto se me olvidará.
Una bella distracción
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A veces me detengo en ese tiempo para mirar hacia atrás y ver lo que he dejado y comprobar que lo que está conmigo es realmente lo que merece estarlo, y que lo que me ha dejado atrás está mejor en el pasado. A veces siento que detenerme en ese instante es perder parte del presente, convirtiéndolo en un álbum de fotografías que no merece la pena ver hasta tener una verdadera razón… pero yo he encontrado una verdadera razón para detenerme en el tiempo, y es que, automáticamente, con tan sólo pensar en eso que llamamos recuerdos nos acordamos de cuántas cosas faltan que marquen nuestra vida, y me pregunto… ¿Estoy preparada para ello?, ¿hay que estarlo?
Hay personas que no parecen tener sentido. A veces las veo caminando y cuando todo tiene sentido… entonces llega ese alguien que distorsiona mi panorama, pues rápidamente me doy cuenta que… no camina como el resto. Camina con el ceño fruncido, pensando sólo en él, fingiendo ser como todos, cuando piensa como ninguno. Él me cautiva, porque su corazón está lejos de ser humano. Me enamora lo extraño. Y él es extraño. No cree en la poesía, ni en los poemas. Dice que los escritores deberían podrirse como la madera de sus escritorios y que sus palabras no tienen sentido. Cómo odié saber que pensaba aquello, pero aún me parece un ser fascinante. Un ser que no tiene sentido, y pues, simplemente, no quiero encontrarlo. Podré estar cautivada por su extraña manera de proceder, pero no de él. Y entonces, como si el mundo caminara de nuevo, vuelvo mi mirada perdida hacia todo aquello que si tiene sentido … y veo pasar a la gente, y les creo historias, y me pregunto cuáles serán sus problemas, y si serán peores a los míos. Porque como todo ser humano necesito saber que tan mal estoy con respecto al resto para que cuando sea necesario, tenga suficientes argumentos para hacerme la víctima… ¿O es que nunca te has sentido mal, y deprimido por una tontería?
Indira Rojas
domingo, 22 de noviembre de 2009
YO, un poco de YO
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lunes, 12 de octubre de 2009
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viernes, 18 de septiembre de 2009
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domingo, 6 de septiembre de 2009
A: PALABRA
jueves, 27 de agosto de 2009
PESADILLA
jueves, 30 de julio de 2009
ESTACIÓN: VERANO
lunes, 27 de julio de 2009
domingo, 19 de julio de 2009
Duendes de biblioteca
martes, 2 de junio de 2009
Muchas cosas sin sentido
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lunes, 1 de junio de 2009
Para qué sirve la angustia
Existen cosas que muchas veces me angustian. Pero nada es más angustiante que el día en que, mientras estoy sentada, me pregunto si soy lo suficientemente capaz de albergar el poder transformador de la palabra.
La palabra posee un poder compartido. De lo contrario la palabra se consume y no existe. Es un 50/50. Me pregunto si estaré haciendo bien mi mitad. Esa mitad donde uno debe saber oír y escuchar al mundo y sus secretos, sus quejas, sus historias... y plasmarlas con la misma pureza con la cual fueron confiadas. Esa pureza que brilla en los ojos de quien la ve y la siente mientras está leyendo.
ME ANGUSTIA que un día, que en un segundo, que en algún momento, mis pensamientos sean tan veloces que se me escapen antes de retenerlos forzadamente en el papel. Los obligo a permanecer allí, pero al final es una unión placentera, melódica, justa, natural. Como un paisaje de Van Gogh o Cezzane. Fresco y cuidadosamente sentido.
Me angustia pensar que un día me detenga, y no pueda manipular el destino para lograr tal comunión amistosa y pasional entre papel y palabra. Que sea yo el obstáculo que frene el vínculo necesario entre el cincel, la piedra y la palabra. ¡ANGUSTIA! Sagrada angustia que me hace escribir más rápido y observar con más detalle. De pensar sin fronteras, de tener ganas de hacerme alas de papel.
DE SER MEJOR PARA LA PALABRA.
Mensajero de la muerte
martes, 19 de mayo de 2009
PASOS DESCALZOS
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Se ha colado por la ventana aquel terrible enemigo del inconsciente. Los sueños deciden dormir.
Me estiro como una goma elástica, no tan elástica, y me estremezco nuevamente
No quiero salir de mi cama. Es un mundo acolchado donde los más locos se visten de seda. Nadie es juzgado. Es un mundo creado para el que cree en todo.
Pero la realidad me ha sorprendido soñando y el rayito de luz insiste en que debo poner los pies sobre la tierra.
Hace mucho tiempo que dejo de ser tierra. Ojalá lo fuera. El mundo seguiría siendo primitivo. Basta, sólo quiero pisar ternura, dura y ruda, pero al fin naturaleza suave y originaria.
Piso helado como invierno sin hojas secas en el suelo. Piso triste, me arrastro sobre ti y te vengas de esa tortura con tu frío.
Miro y escucho. Ya todos están despiertos. Me tocan mis labores
Por aquí por allá. La cama un mar de sábanas que hay que controlar. Ni Poseidón podría con tan pocas ganas.
Emigro hacia la sala, recojo la prensa. Nada interesante. Qué domingo, como para dormir, ¿qué hago despierta?
El río pasa y mi garganta permeable se siente mucho mejor
Ahora a ver que hay por allí, como caracolitos se recogen en el mar, así ando yo buscando tesoritos en cualquier cosa
La televisión monótona, y la prensa depresiva me evitan y yo a ellas
Llega la hora desesperante. Hay que hacer algo porque el tiempo se va
Ponte las cholas porque pescarás un refriado
Me voy y aprovecho para vestirme y bajar al mercado. Un asunto entre realidades y colores que parecen sacados de una historia de Márquez
miércoles, 13 de mayo de 2009
La calle de los recuerdos: Cada párrafo una avenida
miércoles, 15 de abril de 2009
CUANTAS VOCES
Hablando de cosas no tan superfluas, estábamos esa tarde calurosa y cerrada, cerca de los ventanales del salón, un poco distantes del suicidio del aburrimiento, y muy ocupadas defendiendo nuestras posiciones sin hacer la guerra. Así eran las clases de Literatura, para los que se tomaban el acto de pensar en serio. Y esa vez estábamos discutiendo del verbo y la carne y la palabra y la carne. Porque el tema era que la palabra habita en nosotros. Pero hablo de esa palabra que hasta los mudos pueden pronunciar, porque la palabra también es escrita, y sobre todo porque el verdadero silencio se posa cuando las aves, los ríos, y las risas se callan y se viene encima una tremenda desgracia, que es generalmente producto de alguna cosa del hombre, algún engendro hijo de su amargura, de su orgullo o de su animal instinto. La guerra es un sitio de silencio, por ejemplo. Y allí falta la palabra por ejemplo. Y allí comenzamos a discutir porque yo decía que el silencio estaba turbando al mundo, pero las demás me señalaban con las miradas y me veían con los dedos perdiendo la cordura porque decían que tenía un ataque de insensatez. Lo podía sentir en el tono de sus voces y en las risas. Entonces yo también me reí y decidí pensar antes de ceder ante sus razones.
La discusión fue interesante. Cuatro chicas pensantes en una tarde son un atractivo para cualquier literato que desee indagar sobre estas especies en extinción. Pero algo en mitad de todo, interrumpió a las pensantes y se detuvieron a contarse cosas. Y descubrí que yo tenía dos voces, y que una de las que estaba a mi lado tenía una voz muda. Y me pareció tan gracioso el hecho de descubrir tantas cosas cuando no se buscan que la cosa se quedó en mi cabeza, y tenía ganas de salir y de contárselo a todos y de escribirlo, sobre todo de escribirlo. Realmente me resulta grato y loco, bellamente loco, todo aquello.
La cosa era que tenía dos voces. Dos voces que no se tocaban nunca aunque estuvieran en la misma garganta. Dos voces hechas con las mismas cuerdas vocales, labios y aire, pero con diferentes gestos, pensamientos y miradas.
Una me gusta más que la otra, pero temo que no puedo prescindir de ninguna de las dos, y no me libraré de mi bipolaridad de voces que tanto me divierte. No me contradice, paradójicamente, las voces están allí y cada una sale a su conveniencia. Una me dice que el amor se puede tocar como la música y que las matemáticas sólo buscan dar verdades absurdas para no tener que creer en mentiras lógicas. Y la otra voz me habla de las manifestaciones psicológicas del amor y de su imperfección humana técnicamente, porque el amor y su naturaleza antropológica no dejan otro remedio al ser que ser vulnerables y abstractos.
¿LO VES? Ves como son las voces. Ves con cuanta dulzura irracional me expreso y con cuanta odiosa realidad me expreso en otras. Voces… voces que no será posible callarlas, porque la misión, la función, el único objetivo de la voz es manifestarse. O eres voz o eres silencio. Y el silencio que enmudece la voz, es el terror de las palabras. La voz ama las palabras, pero es un amor posesivo.
La voz las agarra por la cintura y como los vampiros góticos de aquellos siglos del oscurantismo que nada de oscuro tenía, excepto por sus brujos, sus hechizos, sus magias, sus magos y la cantidad de personas que creyeron ciegamente en la maldad de todos estos; agarra entonces la voz a las palabras y las modifica, las transforma, las usa a su modo. Una relación utilitaria, sin más ni menos, es la que han forjado desde la antigüedad y más atrás la voz y las palabras, una relación utilitaria que a todos se muestra afable y admirable, por cuanto es ella quien crea nuestra persona y nos convierte en personas.
Si esto significa que tengo dobles personas en mi garganta, cualquiera creería que me he vuelto loca. Pero no es eso lo que he dicho. Lo que digo es que las voces son parte de nosotros, y juntas, todas juntas, si es que tienes una voz, nos hace ante el mundo una persona, pero no una persona más, nos hace Kala, Mary, Andreína o Indira.
Y es así como las pensantes se saben reconocer en medio de toda la discusión y es así como los pensamientos de las pensantes se saludan y se reconocen.
Sin voz, si nadie tuviera voz, el silencio no sería nada grave. Sería algo normal. Pero en una cotidianidad tan perturbadora, alguien debe gritar. Vaya… como se parece el silencio a la guerra cuando esta toma conciencia de su mortal avance.
sábado, 4 de abril de 2009
Las mariposas amarillas
“Mariposas amarillas, Mauricio Babilonia”, suele decir mi mamá cada vez que ve una mariposa amarilla. Un insecto hermoso, misterioso, que revolotea a la altura de nuestras cabezas para adivinar nuestros pensamientos.
Pero no es que esté recitando algún hechizo, ni se trata de una frase mágica de amores y pasiones. El origen de esa frase y de esta historia se remonta en los viejos tiempos en los que leyó Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez. Famoso libro, famoso escritor… pero sobre todo, buena pluma en nombre del pensamiento y del estilo latinoamericano que parece le gusta jugar con los tiempos y se las arregla para acomodarlos a su manera para crear una historia.
Al morir Mauricio Babilonia, mariposas amarillas inundaron el pueblo de Macondo. Muchos críticos de literatura aspiran a creer que la representación del espíritu de Mauricio, convertido en mariposa, se esparcía por aquel pueblo solitario para invadir su miseria y transformarla en amarilla esperanza. Yo prefiero creer que fueron miles de espíritus que reinaban en el silencio de Macondo los que acudieron a aquel pueblo aquella tarde para darle la bienvenida a Mauricio Babilonia a un nuevo reino. Y es que Macondo era una especie de ciudad de los espíritus, casi contrastando con las palabras de Allende.
Todo libro parece estar empañado por un cómplice del espíritu y lo espiritual. ¿Y cómo no va estarlo, si el pincel, la brocha,el lápiz, la pluma, se encuentran en lo profundo, en lo escondido que quiere salir y convertirse en lienzo, hoja, papel… mejor aún: HISTORIA? ¿No es la historia un conjunto de memorias? ¿No son los espíritus, memorias?
Una memoria amarilla, como las mariposas, como Macondo al atardecer…
Yo veo pasar a mi lado una mariposa amarilla. Y sonrío. Los espíritus de la historia deben saber que yo me acuerdo de ellos de vez en vez, que los veo en el presente y en las calles vacías, y los convierto en palabras con significados.
Sonríe cada vez que veas una mariposa amarilla. En su aletear se esconde el saludo de un espíritu que vaga perdido en la búsqueda de sus iguales.
lunes, 9 de marzo de 2009
¿en qué piensas?
UNAS PALABRAS DE ALLENDE
Soy afortunada, provengo de una familia extravagante. Un montón de locos deliciosos conforma nuestra pintoresca estirpe. Ellos han inspirado casi todas mis novelas. Con parientes como los míos no se necesita imaginación, ellos proveen todos los componentes del realismo mágico.
Mis libros nacen de una emoción profunda que me ha acompañado por largo tiempo. Nostalgia por Chile, mi patria a los pies del mundo, motivó "La casa de los espíritus". En esa novela quise reconstruir, desde el exilio, el país perdido después del Golpe Militar de 1973, resucitar a los muertos, reunir a los dispersos. Vivía yo en Caracas como miles de otros inmigrantes, refugiados y exilados, cuando el 8 de enero de 1981 recibí una triste noticia desde Santiago: mi abuelo, un viejo formidable que iba a cumplir los cien años, agonizaba.
Esa noche instalé en la cocina mi máquina de escribir y comencé una carta para aquel abuelo legendario. Era una carta espiritual que él jamás leería, La primera frase fue escrita en trance, mis dedos volaron sobre el teclado y antes que alcanzara a darme cuenta había escrito: Barrabás llegó a la familia por vía marítima. ¿Quién era Barrabás y por qué llegó por vía marítima? ¿Qué tenía que ver Barrabás en una carta de despedida de mi abuelo? Aún no lo sabía, pero con la confianza del ignorante seguí escribiendo sin pausa ni respiro, cada noche, sin mayor esfuerzo, como si voces secretas susurraran la historia al oído. Al cabo de un año tenía quinientas páginas sobre la mesa de la cocina. Había nacido "La casa de los espíritus". Ese Barrabás que llegó por vía marítima habría de cambiar mi destino; nada volvió a ser igual para mí después de esa frase. "La casa de los espíritus" me inició en el mundo sin retorno de la literatura.
También a partir de un sentimiento profundo escribí mi segunda novela. Indignación por la brutalidad impune de las dictaduras que asolaron nuestro sufrido continente en la década terrible de los setenta, produjo "De amor y de sombra". En esas páginas quise encontrar a los desaparecidos, enterrar sus restos con dignidad y llorar por ellos. Esa novela, escrita en el tono de una crónica periodística, está basada en un crimen político. Durante el Golpe Militar de 1973, miles de personas murieron o desaparecieron en Chile, entre ellas 15 campesinos de la localidad de Lonquén, a cincuenta kilómetros de Santiago. Mis dos primeras novelas fueron llevadas al cine. En verdad esas películas son bastante mejores que mis libros…
Mi tercera novela "Eva Luna" y mi colección de cuentos, "Cuentos de Eva Luna" son libros feministas que, estoy segura, habrían resultado insufribles sin el toque sensual e irónico del Caribe. La influencia de Venezuela, ese verde y alegre país donde viví durante trece años, los salvó de ser panfletos de liberación.
El término feminista se ha desprestigiado en los últimos tiempos -no es sexy- y veo que muchas mujeres retroceden asustadas cuando lo oyen. ¡Por Dios, no vayan a pensar que no les gustan los hombres o que no se depilan las piernas! Yo anuncio con orgullo que lo soy. Desde muy joven he tenido conciencia de las diferencias y similitudes entre los sexos, de la doble moral, que coloca a las mujeres en tremenda desventaja, y del machismo imperante en nuestra cultura. He cuestionado todo: tradición, mitos, cultura, familia, leyes, religión, ciencia, en fin, todo aquello que manipulan los hombres. Supongo que la mayoría de las mujeres se siente cómoda en su condición femenina. A mí me costó cuatro décadas aceptarme, antes quería ser hombre. No era envidia freudiana ¡por favor! ¿Quién puede envidiar ese pequeño y caprichoso apéndice?
A los cuarenta y cinco años, recién divorciada de un paciente marido, que me soportó estoicamente por un cuarto de siglo, andaba yo de gira por California, cuando tropecé con William Gordon, el último heterosexual soltero de San Francisco. Ese hombre habría de darle un vuelco a mi vida y servirme de inspiración para mi quinto libro: "El plan infinito". La emoción tras este libro me temo que no tiene nada de sublime o heroico, fue pura lujuria. Cuando conocí a Willie llevaba mucho tiempo durmiendo sola. Dos o tres semanas, me parece. Le caí encima como un huracán y antes que alcanzara a darse cuenta, estaba casado y yo le estaba robando la historia de su vida para escribir una novela sobre California.
Paula murió en mis brazos en la madrugada del 6 de diciembre de 1992. Ese es el golpe más brutal de mi existencia. Después de su partida un tremendo vacío ocupó la casa y mi vida; no podía entender por qué no morí con ella. Entonces llegó mi madre con la idea salvadora de que no hay que desear la muerte, porque ésta llega de todas maneras, el desafío es la vida… Colocó sobre mi mesa, junto a mis cuadernos amarillos, ciento noventa cartas que yo le había escrito durante ese año, contándole paso a paso la devastadora enfermedad de mi hija, y me dijo: toma, Isabel, lee y ordena todo esto, para que comprendas que la muerte es la única liberación posible para Paula. Hice lo que ella me pedía y poco a poco, frase a frase, lágrima a lágrima, nació otro libro, que titulé "Paula". No es una novela, sino una descarnada memoria, escrita para mi hija, como un exorcismo para vencer a la muerte. Curiosamente, no es un libro triste, es una celebración de la vida y del aventurero destino de nuestra familia. Mi abuela decía que la muerte no existe, que sólo morimos cuando nos olvidan. Mientras yo viva, Paula vivirá conmigo. ¿No es ése finalmente el propósito de la escritura? Vencer al olvido.
Cada 8 de enero, cuando comienzo otro libro, oficio una ceremonia secreta para llamar a los espíritus del trabajo y la inspiración, luego pongo los dedos en las teclas y dejo que la primera frase se escriba sola, como en un trance, tal como se escribió Barrabás llegó por vía marítima en "La casa de los espíritus". Carezco de un plan, no sé lo que ocurrirá. Esa frase inicial entreabre una puerta por donde me asomo tímidamente a otro mundo. En los meses siguientes explorará ese territorio palabra a palabra. Los personajes, que al principio son muy borrosos, irán revelándose con sus contornos precisos, cada uno con su propia voz, su biografía, su carácter, sus mañas y grandezas, tan reales e independientes que sería inútil de mi parte tratar de controlarlos. La historia se desdoblará lentamente, un pliegue a la vez, hasta llegar a los estratos más profundos.
Sin embargo, eso no ocurrió después de la muerte de mi hija. Ningún personaje vino a golpear mi puerta. Creí que la fuente de historias -que antes me parecía inagotable- se había secado. Por tres años no pude escribir ficción. Entonces recordé que soy periodista y que si me dan un tema y tiempo para investigar, puedo escribir sobre casi cualquier cosa. Me di un tema lo más alejado posible del duelo y terminé escribiendo "Afrodita", una memoria de los sentidos. "Afrodita" es un libro sobre gula y lujuria, cocinar y amor. Ese tema, que necesariamente debía ser abordado en forma juguetona y humorística, me arrancó de la depresión; volví a mi cuerpo, a las ganas de vivir y a escribir ficción.
El 8 de enero de 1998 empecé "Hija de la fortuna", una novela cuyo tema es la libertad. La protagonista, Eliza Sommers, es una joven chilena que se embarca en 1849 en Valparaíso, para ir a la fiebre del oro en California, siguiendo a su amante, que ha partido un par de meses antes. Eliza ha sido criada como una señorita victoriana, prisionera entre las cuatro paredes de su casa. En California debe quitarse el corsé, vestirse de hombre y salir a la conquista de un mundo masculino, sin más armas que su propio coraje. Durante varios años persigue en vano la sombra de ese amante escurridizo. Por el camino Eliza Sommers adquiere algo tan precioso como el amor: adquiere la libertad.
Cuando terminé esa novela algunos lectores me escribieron diciendo que querían saber más de los protagonistas. Supongo que no les gustó el final abierto. En el 2000 escribí "Retrato en sepia", que no es una segunda parte de la novela anterior, porque puede leerse en forma independiente, pero retoma algunos personajes de ella. Es la historia de Aurora del Valle, nieta de Eliza Sommers. Esta muchacha, nacida en el barrio chino de San Francisco, sufre un trauma en la infancia y pierde la memoria de los años anteriores a ese acontecimiento. Después es adoptada por su abuela paterna y le tocará hacer el viaje inverso de su abuela Eliza Sommers, tendrá que ir de California a Chile. La novela transcurre principalmente durante los últimos treinta años del siglo XIX, una época muy interesante en Chile. En ese tiempo hubo varias guerras y una sangrienta revolución, creo que entonces se formó el carácter nacional. El tema de esta novela es la memoria, tema recurrente y fundamental en mi propia vida.
En este libro retomé también algunos personajes de mi primera novela, "La casa de los espíritus", creando así una trilogía con los tres libros, primero "Hija de la fortuna", segundo "Retrato en sepia" y tercero "La casa de los espíritus".
Mi libro más reciente es "La ciudad de las bestias", una historia de aventuras y de magia situada en el Amazonas. Esta vez espero que mis lectores sean niños y jóvenes. Después de haber escrito dos largas novelas históricas, necesitaba recobrar la libertad juguetona de la infancia, soltarme, agilizar la pluma, ejercitar la imaginación. ¿Qué mejor entonces que un libro para niños? Nunca me había divertido tanto escribiendo como en esta ocasión. Espero que los personajes de "La ciudad de las bestias" vuelvan a acompañarme en otros libros y en otras aventuras.
En todo caso, ahora que he alcanzado una edad respetable, observo mi pasado con una sonrisa y la muerte inevitable con gran curiosidad. No hay nada tan liberador como la edad… y como el dolor. No tengo planes, deseos, temores ni remordimientos: puedo escribir en plena libertad.
martes, 17 de febrero de 2009
Un corazón que piensa
Tengo miedo de lo que pueda pasar de ahora en adelante. Es un miedo que nació cuando nació la necesidad de este vínculo. Cuando se hizo más fuerte. Cuando las miradas fueron entonces enormes lapsos de tiempo intentando descubrir las mismas preguntas.
Más que miedo, es como una angustia paciente. Como un rugido mudo. Como un defecto de fábrica que trae la confianza. Porque no nos enseñan a confiar en aquello que desconocemos. Y por eso existen personas valientes. Y la palabra "valor" tiene un significado en la vida del ser humano. ¿Los tímidos serán entonces también algo significante?
Me declaro tímida ante el futuro. Me aterra y me gusta. Me intimida. Presa de mis propias consecuencias, aún éstas están sujetas a las probabilidades. ¿Existe entonces un destino? Si es así entonces estamos en desventaja. Sólo tenemos una opción: caminar contra la corriente y llegar cansados a una meta absurda. Lo que tiene que pasar pasará por algo, aunque no soy partidaria de la negligencia, hay que admitir el poder del destino. Uno hace lo que puede. Y él también. Parte y parte, así nos dividimos la carga de la vida.
Mientras tanto, si retomamos las palabras iniciales de este pensamiento (¿o estos pensamientos?) quiero continuar contigo, porque aunque no puedo predecir qué pasará, ni puedo controlar el destino, y ni siquiera puedo definirlo, tengo el poder suficiente para conducir mis deseos.
Quiero olvidar que tengo miedo.