Se te nota que la piel sensible de los dedos rozó con la fibra curva en el tope de los deseos, presionando con fuerza el alboroto, se ve que sostuvo entre la presión los mechones oscuros.
Se nota que los poros se erizaron, como escamas fuera del agua, cuando se movió la sombra en los primeros rayos del sol. Con el fin de la tarde y el hedor del calor salino, ella hirió cada sentido de pena ajena.
Se nota que respiró sobre tu cuello, mientras se empañaron los ojos vidriosos con el sudor del quinto beso, y que pronunció los primeros sonetos de una falsa agonía.
Se nota que la miraste a los ojos, sin dejarla perder un segundo el alma que te sostuvo casi inconsciente sobre el regazo en movimiento.
Entre el calor y el frío de cada pensamiento.
Se nota.
martes, 12 de marzo de 2013
martes, 5 de marzo de 2013
Cafeína por favor IV (No saber qué hacer)
-¡Hola!
-¡Hey! Despierto a esta hora?
-Sip
Lucila se quedó con las ideas cortas y cerró la laptop. No le pareció oportuno volver a repetir los chistes malos,que malamente le hacían reír de mentiritas. "Jajajaja" pondría en la siguiente línea, y pronto debía aceptar que era una tipa aburrida. No, no pasaría por eso de nuevo. Estaba resuelta a seguir las pistas de aquel desconocido desde otro ángulo, uno más favorable, donde pudiera encontrar su verdadero fuerte: el gesto.
Se fue a dormir sin mucho que decirse a sí misma, y se sintió agotada. "Tal vez mañana..." se repitió unas 30 veces antes de cerrar por completo los ojos y dejarse llevar por el sueño. Un sonido repentino, que provenía de su cartera, la asustó y como si se tratase de una urgencia mental tomó el aparato infernal y selló para siempre su voz. "No quiero saber nada... Tal vez mañana"...
****
La saludó como un cortocircuito. ¡Bizp, bizp, bizp! ¡Zap! y no hubo más que humo en la sala. Se levantó de su asiento, para comprobar que aún la miraba... pero ya había desparecido y las chispas dejaron de volar por el aire. "Bueno, tal vez mañana..." comenzó a pensar en voz alta cuando la voz devolvió la electricidad al cuerpo nervioso y petulante que solo podía pensar en un futuro sin promesas...
-Tal vez mañana no es suficiente Lucila.
-Pero es lo que tengo.
-Es lo que pierdes.
Dejó una rosa en el escritorio.
La miró con preocupación. "¿Es una señal o un desencanto?", se preguntó, y sin fuerzas para coquetear solo se estiró en su silla y se quedó allí para siempre.
Años más tarde, cuando conoció a Mesco, un joven argentino que escribía historietas para el diario de la región, se despertó del ensueño y en un arrebato de desespero le aventó un beso. "Es lo que pierdes", sentenció, y miró sin pensarlo al escritorio vacío de su primer no amor y se dio cuenta de que ya era muy tarde para las conexiones, el humo, el bizp y el zap.
Y renunció a querer. No quería de verdad a Mesco, tampoco parecía querer a nadie más.
La última vez que se le vio, tomaba un café en una plaza del mercado.
Se dio cuenta de que la veían con deseo, y se perdió en la multitud como una sombra asustada.
-¡Hey! Despierto a esta hora?
-Sip
Lucila se quedó con las ideas cortas y cerró la laptop. No le pareció oportuno volver a repetir los chistes malos,que malamente le hacían reír de mentiritas. "Jajajaja" pondría en la siguiente línea, y pronto debía aceptar que era una tipa aburrida. No, no pasaría por eso de nuevo. Estaba resuelta a seguir las pistas de aquel desconocido desde otro ángulo, uno más favorable, donde pudiera encontrar su verdadero fuerte: el gesto.
Se fue a dormir sin mucho que decirse a sí misma, y se sintió agotada. "Tal vez mañana..." se repitió unas 30 veces antes de cerrar por completo los ojos y dejarse llevar por el sueño. Un sonido repentino, que provenía de su cartera, la asustó y como si se tratase de una urgencia mental tomó el aparato infernal y selló para siempre su voz. "No quiero saber nada... Tal vez mañana"...
****
La saludó como un cortocircuito. ¡Bizp, bizp, bizp! ¡Zap! y no hubo más que humo en la sala. Se levantó de su asiento, para comprobar que aún la miraba... pero ya había desparecido y las chispas dejaron de volar por el aire. "Bueno, tal vez mañana..." comenzó a pensar en voz alta cuando la voz devolvió la electricidad al cuerpo nervioso y petulante que solo podía pensar en un futuro sin promesas...
-Tal vez mañana no es suficiente Lucila.
-Pero es lo que tengo.
-Es lo que pierdes.
Dejó una rosa en el escritorio.
La miró con preocupación. "¿Es una señal o un desencanto?", se preguntó, y sin fuerzas para coquetear solo se estiró en su silla y se quedó allí para siempre.
Años más tarde, cuando conoció a Mesco, un joven argentino que escribía historietas para el diario de la región, se despertó del ensueño y en un arrebato de desespero le aventó un beso. "Es lo que pierdes", sentenció, y miró sin pensarlo al escritorio vacío de su primer no amor y se dio cuenta de que ya era muy tarde para las conexiones, el humo, el bizp y el zap.
Y renunció a querer. No quería de verdad a Mesco, tampoco parecía querer a nadie más.
La última vez que se le vio, tomaba un café en una plaza del mercado.
Se dio cuenta de que la veían con deseo, y se perdió en la multitud como una sombra asustada.
Just met
Los comentarios se resbalan,
las mentiras sobran.
Sobran porque la imaginación ahora es parte de un juego.
¿Y qué más da si son mentiras?
Lo que se ve a lo lejos desde los espejos, lo que se escucha entre los pasillos, el murmullo de los pasos en las escaleras, la voz entre los escombros del cansancio... ya ni se asemeja a lo comprensible,
lo que cristaliza el tacto es solo autodestrucción. Solo te repites "no me lo creo".
Lo que el cuerpo nervioso se enfrasca en preservar solo queremos tenerlo presente para los ratos de insomnio. Para recordar que las peores horas son las del deseo inconcluso.
Una mordida.
Una secuela.
Un día siguiente en el que prevalecen los encantos.
las mentiras sobran.
Sobran porque la imaginación ahora es parte de un juego.
¿Y qué más da si son mentiras?
Lo que se ve a lo lejos desde los espejos, lo que se escucha entre los pasillos, el murmullo de los pasos en las escaleras, la voz entre los escombros del cansancio... ya ni se asemeja a lo comprensible,
lo que cristaliza el tacto es solo autodestrucción. Solo te repites "no me lo creo".
Lo que el cuerpo nervioso se enfrasca en preservar solo queremos tenerlo presente para los ratos de insomnio. Para recordar que las peores horas son las del deseo inconcluso.
Una mordida.
Una secuela.
Un día siguiente en el que prevalecen los encantos.
martes, 12 de febrero de 2013
No solo carne
¿Y ahora qué sigue?
Apenas puedo dejarme no sentir nada.
Apenas alzo el vuelo.
Es contagioso, una plaga sincera.
Apenas puedo dejarme no sentir nada.
Apenas alzo el vuelo.
Es contagioso, una plaga sincera.
lunes, 11 de febrero de 2013
Los primeros pasos
La contemplación nació en las tardes, en la lentitud de las tardes.
El sol se adentraba en los huesos de la casa, en los ojos grises del abuelo, en los vidrios de los ventanales... pero lo que más le gustaba eran las sombras que caían en el piso de granito, con sus formas raras y cambiantes, como un juego de niños. Era justo y necesario detenerse con ellas, con el polvo que emergía de su clandestinidad, con las horas sin tareas.
Era merecedora de toda su atención la sombra. Senil, perecedera, siempre triste, se asomaba a eso de las cinco y se convertía luego en toda oscuridad. Al perder su encanto, era entonces la luz la que condensaba toda admiración.
En la contemplación podía distinguir historias, y eso le llenaba de tal forma que comenzó a escribir. Si dejaba cada cuento o cada personaje derretirse entre las sombras ya sería muy tarde. Sentía compasión por su memoria, y nada era más placentero que recogerla de vez en vez para ayudarle a seguir imaginando.
La contemplación le regaló de oportunidad de crear silencios. Ella cree que así conoció el arte, y se conformó con saber que cada forma de arte, en su concepción menos ortodoxa, era la imagen de su relación con las cosas. Probablemente, si se quiere saber un orden cronológico, primero ejerció la contemplación con el dibujo, luego con la escritura, luego con la fotografía. Fueron y son herramientas para dejarse muy en claro que todo lo que ve tiene el poder de calmar su aburrimiento, y que si lograba transformar en algo físico lo que se imaginaba, lo que veía, lo que degustaba, lo que tocaba y lo que oía estaría satisfecha de por vida.
Unos lo llaman observación, pero ella cree que esa parece una forma egoísta, parca, y poco sincera de un acto más humanista que científico, más personal que colectivo, más de uno que de nadie.
La contemplación es solo un paso, una recreación de lo que hay allí y que nos encanta ver. Nada mejor que quedarse en ese principio de todo, en el que un hombre es un cuento sobre las tortas sin harina, o una crónica sobre su forma de fumar, o un reportaje sobre las mujeres chismosas, o una entrevista con un filósofo joven, o una columna sobre las borracheras con sentido.
Si miras bien,
si contemplas las sombras y las luces,
has escogido la oportunidad de ser otro.
Un ser invisible que ve.
Y que, mientras se voltea hacia lo que piensa y se zambulle en lo que le rodea,
se convierte en un revelador de historias.
El sol se adentraba en los huesos de la casa, en los ojos grises del abuelo, en los vidrios de los ventanales... pero lo que más le gustaba eran las sombras que caían en el piso de granito, con sus formas raras y cambiantes, como un juego de niños. Era justo y necesario detenerse con ellas, con el polvo que emergía de su clandestinidad, con las horas sin tareas.
Era merecedora de toda su atención la sombra. Senil, perecedera, siempre triste, se asomaba a eso de las cinco y se convertía luego en toda oscuridad. Al perder su encanto, era entonces la luz la que condensaba toda admiración.
***
Siempre contradictoria, su pasión por lo fútil la hallaba adormecida entre sus pensamientos, mirando, siempre mirando, cómo desaparecía la luz y cómo se marchitaba la sombra. Tal vez pensaron que era rara, que le gustaba la nada, que era una chica feliz y punto. Tal vez por eso le fascinaba perderse, ser niña a los 22, ser niña a los 30, ser niña cada vez que se lo pidiera ella misma. Tal vez por eso le resultaba normal y grato fantasear con frases largas y sin sentido, y entre la niñez absorta que llevaba consigo solo podían notar a su alrededor que era sencilla y estaba contenta. ¿Y para qué más? Tal vez por eso no encontró estorbo en la multitud, ni en la soledad. En la contemplación podía distinguir historias, y eso le llenaba de tal forma que comenzó a escribir. Si dejaba cada cuento o cada personaje derretirse entre las sombras ya sería muy tarde. Sentía compasión por su memoria, y nada era más placentero que recogerla de vez en vez para ayudarle a seguir imaginando.
La contemplación le regaló de oportunidad de crear silencios. Ella cree que así conoció el arte, y se conformó con saber que cada forma de arte, en su concepción menos ortodoxa, era la imagen de su relación con las cosas. Probablemente, si se quiere saber un orden cronológico, primero ejerció la contemplación con el dibujo, luego con la escritura, luego con la fotografía. Fueron y son herramientas para dejarse muy en claro que todo lo que ve tiene el poder de calmar su aburrimiento, y que si lograba transformar en algo físico lo que se imaginaba, lo que veía, lo que degustaba, lo que tocaba y lo que oía estaría satisfecha de por vida.
***
Seguramente... no... tal vez, tal vez así se sienten los escritores cuando han culminado una obra de su contemplación. Ya sea una novela, un cuento de ficción, una crónica, una reseña... lo que sea. Lo que venga. Acoger el zumbido de una historia que no pueden dejar escapar, porque, de lo contrario, se sentirían infieles con su propio placer. "Debería escribir sobre eso", dicen algunos... y es así, así se reconoce que han sido criados en el maravilloso arte de la contemplación que conecta con otros tantos.Unos lo llaman observación, pero ella cree que esa parece una forma egoísta, parca, y poco sincera de un acto más humanista que científico, más personal que colectivo, más de uno que de nadie.
La contemplación es solo un paso, una recreación de lo que hay allí y que nos encanta ver. Nada mejor que quedarse en ese principio de todo, en el que un hombre es un cuento sobre las tortas sin harina, o una crónica sobre su forma de fumar, o un reportaje sobre las mujeres chismosas, o una entrevista con un filósofo joven, o una columna sobre las borracheras con sentido.
Si miras bien,
si contemplas las sombras y las luces,
has escogido la oportunidad de ser otro.
Un ser invisible que ve.
Y que, mientras se voltea hacia lo que piensa y se zambulle en lo que le rodea,
se convierte en un revelador de historias.
lunes, 21 de enero de 2013
jueves, 10 de enero de 2013
Hay
Era un beso cualquiera. Una tarde cualquiera. Un tipo cualquiera.
Ella llegó a pensar que se trataba de una promesa más, agregada a otras tantas afirmaciones que solo emergían con vida como parte de un circo, provocativo pero cruel, en el que solo en sus sueños más remotos era la protagonista.
Pero, al desear que fuera más que una circunstancia sin mérito, el instante paralizó toda razón que se pudiera predecir antes del primer tacto.
Y se petrificó entre sus dedos y en la fina carne de sus labios el gozo impredecible de las oportunidades infinitas. Y, aunque se prometió no volver, se lanzó sin pensarlo en una sensación perecedera.
Ella llegó a pensar que se trataba de una promesa más, agregada a otras tantas afirmaciones que solo emergían con vida como parte de un circo, provocativo pero cruel, en el que solo en sus sueños más remotos era la protagonista.
Pero, al desear que fuera más que una circunstancia sin mérito, el instante paralizó toda razón que se pudiera predecir antes del primer tacto.
Y se petrificó entre sus dedos y en la fina carne de sus labios el gozo impredecible de las oportunidades infinitas. Y, aunque se prometió no volver, se lanzó sin pensarlo en una sensación perecedera.
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